Las otras revolucionarias...


Bien dicen que la historia se escribe y se enseña desde la perspectiva de quien la cuenta. En este caso poco se ha hablado sobre las mujeres de la Revolución, por eso aquí les comparto un poco de información sobre tan importantes combatientes de esa época... 

 Mujeres editoras de revistas y folletos, activistas políticas, intelectuales, secretarias de dirigentes, oradoras y maestras empeñadas en la obtención de derechos civiles, políticos y aún sexuales, muchas de ellas abiertamente anticlericales, dejaron escritos de sus propias manos que demuestran que la participación femenina no fue esporádica ni reducida a los papeles tradicionales de ayudanta y colaboradora. Documentos y fotografías de la época ratifican que las mujeres fueron sujetos de un movimiento social tan original como plural, que pujaba sea por la mejora de las condiciones de vida y de trabajo de campesinos e indígenas, sea por la libertad de expresión y organización política, sea por la específica demanda de igualdad entre los sexos.
Según varios escritos de su puño y letra, la oposición de algunas mujeres al gobierno de Porfirio Díaz se inició hacia finales de la década de 1880, cuando las mujeres letradas (periodistas o maestras) empezaron a publicar artículos en periódicos y revistas donde tímidamente propugnaban sus derechos. Junto con poemas, cuentos y reflexiones personales, redactaron manifiestos, cartas y solicitudes donde expresaron sus preocupaciones sociales y buscaron influir en una política a favor de su participación. 
Al estallar la revolución, su conciencia de la explotación, tanto dentro del hogar como en el trabajo, creció rápidamente, empujándolas a apoyar la causa de la no reelección y el sufragio efectivo así como de la liberación de los trabajadores agrícolas en las haciendas y de los derechos laborales en las fábricas y las minas, con los medios que tenían a su alcance.  Algunas creyeron sinceramente que su participación impulsaría cambios políticos que democratizarían las relaciones entre las mujeres y los hombres, haciéndolas finalmente acreedoras a derechos políticos.
 Recordamos los nombres y las acciones que emprendieron: la poeta potosina Dolores Jiménez y Muro (1848-1925) mi­litó en el magonismo, favoreció a Madero y, por último, se unió a Zapata para combatir a Huerta, redactando el Prólogo al Plan de Ayala; Juana Belén Gutiérrez de Mendoza (1875-1942), dueña de un hato de borregos en Coahuila, esposa de un minero y madre de dos hijas, al analizar las condiciones de vida de los trabajadores se convirtió en una crítica acérrima del go­bierno de Díaz, fundó el periódico Vésper cuya imprenta compró vendiendo sus propios animales, y escribió vehementes artículos contra el régimen, siendo perseguida por ello. Juana Belén como maderista primero y como magonista después fundó clubes de mu­jeres y reivindicó positivamente el ser mujer para la creación de un mundo más solidario; su compañera de lucha Elisa Acuña y Rossetti (1887-1946) editó varias publicaciones radicales, como Fiat Lux y La Guillotina; Andrea Villarreal (1881-1963) cono­cida magonista colaboradora deRegeneración, se desem­peñó como correo y enlace de la causa en México y en los Estados Unidos y en 1909 fundó el periódico mensual indepen­diente La Mujer Moderna como órgano del “Club Liberal Leona Vicario”.
Hermila Galindo, por ejemplo, fue tal y como lo vimos al principio y como la mayoría de las revolucionarias mexicanas, un personaje fascinante y una figura histórica olvidada por la historia oficial de su país hasta que el feminismo nuestroamericano la rescató. Nacida en 1896 en Ciudad Lerdo, Durango, a los 15 años se acercó a los opositores del régimen de Porfirio Díaz y se trasladó a la Ciudad de México para trabajar para la causa maderista de reforma política a través de las elecciones y, después del golpe de Victoriano Huerta, en la resistencia militar en su contra. En 1914, formó parte del comité de bienvenida del Ejército Constitucionalista y conoció a Venustiano Carranza, de quien se convertiría en secretaria y consejera política, promoviendo la convocatoria al Congreso Constituyente.  Durante los debates constituyentes, en diciembre de 1916, presentó la propuesta de otorgarles el voto a las mujeres. Otras trece mujeres harían lo mismo, pero el Congreso argumentó en su contra que las actividades de las mexicanas habían estado restringidas a la casa y la familia y, por tanto, no habían desarrollado la conciencia política necesaria para no dejarse manipular por los sacerdotes y los conservadores. Finalmente, la Constitución entró en vigor el 5 de febrero de 1917 sin contemplar los derechos ciudadanos de las mujeres. Hermila no se dio por vencida en su lucha por la igualdad entre mujeres y hombres. Inmediatamente, se presentó como candidata a diputada y, aunque no logró ninguna curul, sembró un ejemplo que las mujeres en las décadas de 1920 y 1930 recogieron. Asimismo, promovió la educación sexual en las secundarias públicas para liberar a las mujeres de los embarazos no deseados, defendió la educación laica y el derecho de las mujeres a ejercer libremente su sexualidad, sosteniendo que al igual de los hombres las mujeres tienen legítimos deseos sexuales. Esta posición le acarrearía el repudio de los sectores feministas más conservadores. Durante el gobierno del presidente Adolfo Ruíz Cortines, Hermila fue la primera mujer nombrada congresista en México y en 1953 logró finalmente ver incluida en la Constitución la plena ciudadanía de las mujeres, mediante su derecho al voto pasivo y activo. 
Esta nota mental fue tomada de: http://francescagargallo.wordpress.com/ensayos/feminismo/feminismo-filosofia/las-mujeres-en-la-revolucion-mexicana-un-acercamiento-a-una-participacion-que-no-se-estudia/

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