Día 7 despidiéndome de Campeche

Mi último día en Campeche se lo dediqué al mar, me fui a la playa a tomar sol y a darme un chapuzón por que el calor se puso insoportable. Desperté tarde, desayuné tranquilamente y preparé todo para irme a la playa. Desde el día que llegué pregunté a qué playa podía ir y me recomendaron Playa Bonita y me dijeron que podía irme en camión o en un taxi y que máximo me cobraría $35 pesos pero los pocos taxis que utilicé siempre me cobraron más, pero al final elegí irme en camión por una módica cantidad de $7 pesotes y como mujer prevenida vale por dos me compré unas botanas y unas cervecitas ya que corría el riesgo de estar sedienta y hambrienta. Tomé mi camión y después de unos 30 mínimos o más llegué a la playa, que según yo está en una localidad o colonia que se llama Lerma y ahí están todos los Institutos de  investigación e instalaciones de la Marina. El pueblito tiene una aire a viejo, no se le ha dado su manita de gato como a la capital pero eso lo hace coqueto, al menos para mi, porque deja ver como eran originalmente el estilo de las casas. Las puertas de las casas son de madera, grandes y gruesas, alguna talladas, algunas con herrería, algunas se ve que alguna vez tuvieron color y ahora ese deslavado hace que llamen la atención, que tengan personalidad, a mi me encantan. Creo que si algo me encantò de Campeche fueron sus puertas y la herrería que le ponen, creo que es tienen un toque que hace único a esta ciudad. Además de las puertas y lo viejuno, el muelle lleno de lanchas nos deja saber que es un pueblo de pescadores, recuerdo que en un negocio vi que compraban un tipo de pez o marisco, no recuerdo el nombre pero seguro es como el más buscado de la zona. Una de las artesanías clásicas de Campeche era la joyería de carey, pero desde hace muchos años la explotación de esta tortuga esta prohibida pero los lugareños ahora simulan el carey con cuerno de toro, lo pulen y hacen aretes, pulseras, collares, entre otras cosas. 
Pero regresando a la playa, el mar de playa bonita no es el más bonito pero tiene su encanto, es como una alberquita donde no tienes que preocuparte si la ola te revuelca, la arena no es finita, tiene unas cuantas piedritas y conchitas y es un poco incómodo acostarte pero bueno no todo es perfecto, ni el Caribe jajaja, así que como dice Claudio "toma lo que te es dado" y pues yo quería mar y ahí Frente a mi lo tenía. Antes de merme al agua teneí mi toalla, abrí mi cerveza y leí un poco, para este viaje elegí "el matrimonio de los peces rojos" de Guadalupe Nettel, mi nueva escritora favorita, pero no más me alcanzó para dos días de lectura y pues tuve que conseguir otro y me decidí por "misión olvido" de Maria Dueñas, la misma que escribió "el tiempo ente costuras" tenia buena referencia porque vi la serie y me encantó. Para este día de playa ya llevaba un buen de capítulos y estaba picadísma en la historia, así que dejar el libro me costaba un poco de trabajo pero el calor era más fuerte y me metí al mar, un ratito después de que dejé el agua se acercaron dos chicas y me preguntaron si era de  Campeche, mi respuesta fue Que no, que era de Morelos y de inmediato me preguntaron ¿estas viajando sola? Y yo dije que si, empezamos q platicar y me preguntaron qué hacía, cuantos años tenía, si estaba casada, por qué había elegido Campeche y cosas así, yo también las interrogué y me enteré de lo siguiente: una se llama Diana y otra Ana, una quiere ser bailarina y la otra futbolista, las dos estudian la prepa con carrera técnica en informática y las dos quieren viajar y se quejan por que su familia las pone a trabajar pero les dije q esta bien que aprovechen y ahorren para viajar. Después de nuestros interrogatorios me preguntaron còmo se llamaba el libro que leía y de que trataba y confesaron que en realidad se habían acercado porque querían tomarme una foto leyendo y me pidieron permiso para hacerlo y pues dije que si y después yo nos tome una a las 3 y nos hicimos amigas en facebook e instagram para compartirnos las fotos, se despidieron y se fueron, yo me quedé un rato más en la playa acostada, leyendo mi libro, medio me dormí y entre sueños no más escuché como los de la palapa de a lado decían "esa chica va a quedar como pan tostado" y efectivamente me pasé de sol. Como a las cuatro y piquito decidí que era hora de partir y me fui a tomar el camión, llegando a Campeche me bajé en el mercado, cruce la puerta de tierra y decidí hacerle caso a Jonathan Márquez, entré al Salón Colonial, una cantina clásica de La ciudad, entré y elegí una mesa en una esquina para poder ver todo, un mesero se  acercó  y no muy convencido me preguntó qué me servía, pedí una michelada  que trajo de inmediato, pensé que no me iban a dar botana pero después de unos minutos el mismo mesero me llevó un plato con filete de pescado y ensalada de col que me supo a gloria, todos los que entraban y salían se me quedaban viendo, los meseros estaban un poco incomodos y yo también empecé a sentirme incomoda, así que terminé mi cerveza y pagué, eso si ya nadie me cuenta sobre el salón colonial yo lo conocí con mis propios ojos, ya tendré oportunidad de regresar acompañada. Saliendo de ahí aproveché que caminaba por la 59 y compré algunas cosillas y me fui a bañar a mi hotel, aproveche y me dormí un ratito y ya como a las 8 salí a cenar y a dar mi ultima caminata por el centro que tan feliz me había hecho a lo largo de la semana. Al día siguiente regresaba a Cuernavaca y las vacaciones se terminaban. 
En resumen puedo decir que Campeche me encantó, quiero regresar y me gusta para quedarme, Campeche me enseñó que para remodelar, transformar o reconstruir algo es necesario tener muy claro qué es lo que queremos mostrar a los demás. A partir de la ciudad aprendí que si uno tiene claro y elige cuáles son los ejes de su identidad y su historia puede comunicar y trazar claramente el camino para lograrlo y camina en terreno más seguro y esto lo pienso tanto para Cuernavaca como para mi. A partir de Campeche descubrí que mis fotos han mejorado, que empiezo a definir mi estilo y que la fotografía es algo que me gusta y que no quiero dejar, que también me gusta escribir y tengo mi estilo pero me falta disciplina y que la tengo que cultivar. Campeche me mostró que a veces irse, huir para ver las cosas desde fuera es necesario y que en esas huidas a veces te encuentras y desencuentras, que está bien dudar y que ver las cosas de manera más frías duele pero es mejor. Campeche ha sido de los mejores viajes de mi vida y espero regresar porque me faltó conocer MUUUUCHO. "festejemos Campeche"




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