Apuntes para entrar a los 40, la bici

 Desde chiquita me gustó andar en bici, pero fue hasta los treintas que me reencontré con ella y mi vida cambió. Podría decir que la bici me hizo ojitos años antes de que nos volviéramos bff, pero gracias a un mal de amor que me abracé a ella y me salvó de la tristeza. Para mi, la bici es esa llamita que enciende mi ser intensamente, la flama que prende el motor de mi cuerpo y de mi espíritu, que me ha hecho mirar el mundo y mi ciudad de una manera distinta, que me inspira a desear una realidad distinta. Arriba de la bici aprendí a mirar mi entorno con detenimiento, contemplar la belleza de la naturaleza y a mi misma, reconocer toda la fuerza física y espiritual que habita este cuerpo chiquito, a veces cuando pienso que no puedo con algo recuerdo que he rodado 100 km en bici y eso me hace confiar en que puedo con lo que venga. Para mí la bici fue un parteaguas en mis 30, puedo afirmar que hay una Percy antes y después de la bici, a partir de ella me descubrí fuerte, resistente, hábil, apasionada, intensa y disciplinada, pero también muy exigente y juiciosa conmigo misma por no ser más rápida o aguantar más. Un día me llené de bici y la empecé a soltar porque ya no lo disfrutaba tanto y un domingo de bicis, hace un año, "las corté" con ella, el domingo que mi papá murió. A partir de ese día no quise saber nada de ella, la dejé colgada y las pocas veces que la usaba venía a mi mente el recuerdo de ese domingo doloroso. Ayer volví a rodar, una subida como me gusta, a mi paso, sin prisa, lloré poquito y nos amigamos, volví a disfrutar el sonido de mi corazón a tope, el sudor resbalando por mi cuerpo y esa sensación de felicidad que desde hace años me ha regalado la bicicleta. Ayer volví a hacer algo que amo, rodar en mi bici. 



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