La voz del mar
Todos creen que estoy mal, que esto que pasó es
resultado de una enfermedad que vive dentro de mi ser, dicen que estoy
deprimida o que estoy loca, que mi cabeza no funciona como debería y por eso me
tienen aquí encerrada, para cuidarme y así evitar que vuelva a hacer lo que
hice.
Desde niña he sentido una conexión
especial con el agua, no tengo una explicación clara que justifique mi necesidad
de sumergirme en una tina, jugar en alguna fuente o beberla desesperadamente. Mi
tía decía que era a causa de mi signo zodiacal, Escorpio, que su elemento es el
agua, y que vive todo de manera intensa y profunda. Por su lado, mi abuela,
decía que, con seguridad, en otra vida fui una sirena, y que los espíritus de
mi antigua existencia me llaman para regresar a ese lugar que fue mi hogar.
Dentro del agua siempre me
sentí confiada, nunca le temí; cuando niña me encantaba sumergirme por largos
minutos en la profundidad de la alberca, estando en el fondo abría los ojos y
escuchaba voces que me calmaban para no pensar en que me faltaba el aíre. En la
adolescencia me enamoré de las honduras del océano, así que cada que podía me
sumergía. Ahí, en medio del arrecife, siempre
encontré todas las respuestas que necesitaba.
En mi salón de clases todos me
veían raro cada que les contaba sobre mis juegos con los peces que encontraba…
desde entonces me llamaban loca, se burlaban de mí, decían que como no tenía
hermanos y mis papás trabajaban todo el tiempo, los únicos que me hacían caso
eran los pescados. A veces me preguntaba por qué no me creían, dudaban de mí,
de lo que veía.
Mi otra abuela siempre me
regañaba por terminar mojada cuando lavaba los trastes o bañaba a los perros,
pero para mí era inevitable, me prohibía jugar con el agua, decía que las niñas
bien, siempre andan limpias, no con la ropa húmeda, y yo intentaba obedecerla,
pero no podía, cada que me acercaba a la manguera o alguna llave algo pasaba y
terminaba empapada y recibía un regaño, era como si yo tuviera un imán que
atrajera el agua hacia mí o viceversa.
Esa tarde que pasó todo, yo
estaba sentada en la arena, viendo el horizonte, toda la familia había venido
de visita a la nueva casa de la playa; de pronto escuché una voz que me
llamaba, venía del mar, me levanté y fui hacia
las olas. Poco a poco el agua cubrió mi cuerpo,
la marea estaba alta y el agua fría, pero no tuve miedo.
Luego empecé a escuchar gritos, eran mis
tías que me llamaban, aunque la voz que provenía
del mar era más fuerte, como una canción que me hipnotizaba, así que la seguí. Lo último que recuerdo fue que algo me arrastró hacia las profundidades, vi colores increíbles y
después desperté aquí, junto a mis papás. Mi mamá lloraba desconsolada y me
preguntaba constantemente por qué había hecho eso. Yo solo contesté que había
escuchado la voz del mar. Mi papá, enojado, me repetía que estaba loca, que
todo estaba en mi cabeza, que el océano no habla.
Llevo semanas encerrada aquí,
y aunque no puedo ver el mar sigo escuchando cómo me dice que no estoy loca y su
voz me sigue llamando.
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