La montaña y los 40
La montaña te da lo que necesitas. A veces sus regalos son hacerte sentir la persona más fuerte del universo porque estar ahí te da la certeza de que puedes con todo. También te regala paisajes hermosos que te hacen sentir únic@ por estar ahí y poderlos disfrutar, risas, lesiones y/o amig@s/familia. Otras te regala preguntas y/o respuestas y otras, como hoy, te da mal de montaña para que pares y te hagas caso.
Hagas caso a tu cuerpo que está cansado y no quiere seguir, hagas caso a esas emociones que bullen dentro de ti desde hace días y no las dejas salir...
Hoy desde que empecé a caminar no me sentí bien, me dio dolor de cabeza, veía brillitos, me sentía mareada, las piernas me pesaban y no lograba equilibrar mi respiración. Tomé descansos, respiré profundo, comí chocolate, tome agua, pero mi malestar no cedió. Decidí parar y tuve la fortuna de que mi prima, una de mis compañeras de caminata, también decidiera no seguir con el ascenso. Nos quedamos en el segundo punto de descanso, comimos nuestro lunch y entre mordida y mordida empezamos a hablar mientras las nubes invadían el paisaje, lloramos y nos reímos al darnos cuenta de que nos levantamos a las 4 de la mañana para caminar una hora y luego ponernos a llorar en la montaña con un paisaje hermoso ¡un privilegio! Si me pongo poética, podría decir que la montaña estaba igual de nublada e invadida de bruma como nosotras y con el paso del tiempo también dejo que sus lágrimas cayeran y vistieran de blanco el paisaje.
Hoy la montaña nos dio lo que necesitábamos, aprender a disfrutarla desde la quietud, la contemplación y la compañía.
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