Habitar la duda
El lunar que escolta tu boca recorre sin descanso el carrete de imágenes en mi memoria. El eco de tu sonrisa y el timbre de tu voz, al pronunciar “amor”, irrumpen en mis días como una oleada inevitable.
A veces evoco la tibieza de tus labios sobre mi piel, aunque también admito que la vida sin ti transcurre con una calma nueva. No lo digo con reproche ni con negación: abrazo lo que sentí y lo que aún siento.
Todavía no he aprendido a conjugar el verbo sentir en un tiempo perfecto, porque hay días en los que todavía te quiero y otros en los que esa emoción se apaga, como un suspiro perdido en la noche.
Me quedan preguntas, muchas, como siempre… pero sé que es mejor quedarse con la duda...
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