El mal de la prisa

A veces las historias no terminan como deseamos, pero si te preguntas ¿qué pasó? y te contestas honestamente siempre te enseñan algo sobre ti mismx. 

Hace unos meses conocí a alguien y me emocioné, el muchacho me gustaba mucho,  mi mente se llenó de posibilidades, enlisté los lugares que deseaba compartirle, anhelé despertar entre cerros viendo sus ojos bonitos, pero las cosas no pasaban al ritmo que yo quería y empecé a dudar, me ganó la prisa por concretar y quemé las naves. Pasé semanas abrigando la esperanza de que algo cambiara, que mis palabras tuvieran eco en él y que no fuera el final,  pero sí lo es y duele, y lo escribo porque no quiero que se me olvide por qué me duele. 

Me duele porque me doy cuenta que a veces la ilusión, las ideas y las expectativas que construyes sobre cómo quieres o debe ser una relación te encasillan y no te das permiso de ser flexible, de abrirte a otras formas o caminos para llegar a eso que anhelas. 

Me duele porque me reconozco egoista, poco empática, solo pensé en lo que yo quería y necesitaba y no le di margen de maniobra a la otra persona.  

Me duele porque mis palabras no fueron congruentes con mis hechos  y fui soberbia. 

Me duele porque mi prisa ahogó las posibilidades y siento que lo eche a perder. 

Quiero ser compasiva conmigo, pero no quiero dejar de mirar esas cosas que me lastiman a mí y tal vez a los otros, esas cosas que me alejan de lo que deseo o de quienes deseo. Quiero mirar mis errores amorosamente para trabajarlos y no repetirlos, aunque esta vez me queda clarísimo que una cosa es tener clara la teoría y otra es saberla aplicar o como dice el refrán "del dicho al hecho hay mucho trecho".  



Comentarios

  1. Me gustan y siempre ma han gustado tus notas mentales. Síguela escribiendo

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