Subir un volcán



El ascenso inicia sin pensarse, dando pasos grandes, con toda la emoción y creyendo que eres todo poderoso y que tienes toda la condición del mundo. Conforme pasan los minutos tu corazón empieza a latir más fuerte y rápido, las gotas de sudor resbalan por tu frente y el peso de la mochila se empieza a sentir. La voz de tu cabeza empieza a decirte ¿que chingados estabas pensando cuando dijiste que ibas a subir un volcán? ¿Qué quieres demostrar con esto? ¿No se te ocurrió que era buena idea descansar un día entre montaña y montaña? Mientras escuchas todos estos reclamos mentales volteas y ves que la pendiente seguirá y entiendes el significado de subir, te empiezan a doler las piernas, sientes los músculos de las pantorrillas engarrotados, aparece un dolor que no conocías, a la altura de la cadera y por un momento piensas que no lo vas a lograr y te preguntas ¿qué pasa si no logro llegar? Tu solita te respondes que no puedes no llegar, viene el primer descanso, te secas el sudor y te pones el buff para evitar que el sudor resbale y te ardan los ojos, tomas agua y respiras. Después de unos minutos reinicias la caminata, decides ir a tu paso, no importa llegar última, das pasos más pequeños y tu corazón toma un mejor ritmo, empiezas a respirar como si estuvieras meditando y tu mente se empieza a poner en blanco, ya no escuchas voces de reclamo, te empiezas a sentir en paz y sabes que lo vas a lograr, a tu paso y a tu ritmo. Caminas otros treinta minutos y llega el descanso para comer, los pepinos con zanahoria, pollo y queso que no te comerías en un día cualquiera te saben a gloria. Se termina el descanso y sigues subiendo, la mochila ya no pesa, sabes que la llevas en la espalda pero ya ni siquiera te preocupa. El clima empieza a cambiar, el sudor en tu cuerpo empieza a hacer de las suyas y sientes frío, te pones tu playera de manga larga y sigues, el tipo de vegetación también cambia, según tú es bosque de galerías y tomas las primeras fotos, sigues subiendo, hay tramos que son escalones y sientes que ya no puedes, que tus piernas se van a quedar engarrotadas. Tus compañeros de viaje te esperan, te platican en el camino, te preguntan cosas y tu contestas sin ganas porque no quieres perder la concentración de cada paso que das, no quieres perder el ritmo de tu respiración. De nuevo el clima cambia, todo empieza a nublarse y los truenos anuncian una tormenta, la vegetación ahora es de pinos pero muchos están secos, confías en que arriba todo será  bello, ahí con ese paisaje empiezas a pensar en las cosas bonitas de la vida, reflexionas sobre lo que significa para ti subir este volcán, es cumplirte algo que dijiste que harías, es reconocer que en la vida a veces hay estas pinches subidas y uno sufre y que uno debería disfrutar cada momento, cada escena sin expectativas porque en cualquier momento puedes sorprenderte. Te dices que en la teoría eso es como uno debería vivir y experimentar pero en la realidad cuesta mucho trabajo aplicar esos momentos de iluminación. Sabes que debes seguir subiendo sin expectativas porque quien sabe si en la cima logres los paisajes que viste en los vídeos de YouTube, pero confías y te dices que seguro si. Llega la parte plana y descansas, disfrutas la caminata ligera, aunque tus piernas se sienten engarrotadas y los pasos que das son cortos y lentos, ya estás más allá que pa acá, estás a nada de lograrlo, llegar a los 3600 metros sobre el nivel del mar, tu primer volcán. A punto de llegar al campamento te resbalas pero no importa, ya llegaste, chocas las palmas con todos tus compañeros, lo lograron. Todo está lleno de neblina y todo indica que viene una tormenta, tienes la esperanza de que se despeje y puedas tomar unas buenas fotos. Empiezas a sentir mucho frío, te sientes vivo. El viento empieza a hacer lo suyo y las nubes desparecen, la vista es increíble, te sientes nada y todo al mismo tiempo, todo el miedo que sentiste a lo largo del camino se desdibuja, te llenas de una sensación rara, lo que viene a tu mente es: si me pasa algo no importa, mis ojos han visto cosas maravillosas y me puedo morir feliz.  Escuchas la primera erupción del volcán de fuego y te emocionas, se te olvida el frío y sacas la cámara para tomar fotos, tus dedos se congelan pero no importa, quieres capturar ese momento. Tu equipo intenta encender la fogata y tardan más de una hora, te impacientas, reconoces que la desesperación es un sentimiento que te acompaña siempre pero que puedes controlarla, el fuego enciende y el guía prepara un chocolate que te sabe a gloria, todos ven la primera exhalación con lava del volcán de fuego y no lo puedes creer, ni siquiera intentas sacar la cámara, sabes que esas imágenes son más valiosas en tu memoria. Preparan todo para dormir, son las ocho de la noche, cuentan tres y todos caen rendidos, te cuesta trabajo conciliar el sueño porque sigues pensando en las cosas que en la vida cotidiana te angustian, sigues pensando en ese que no escribe. Al estar en la cima te sabes fuerte, reconoces que tu cuerpo y tu corazón están llenos de voluntad y no entiendes por qué no puedes asir toda esa fuerza y voluntad a ti, creertelo. Te duermes, sueñas con tus dos profesoras preferidas de la Universidad, te dicen que no es tarde para volver y despiertas emocionada, parece que la montaña te habló. Tu equipo no sube a la cima porque el guía lo consideró peligroso a causa de la lluvia, sientes un poco de decepción pero lo agradeces porque el frío es peor que el de la noche.  Tomas mas fotos, el amanecer es hermoso, platicas con todos y te sientes feliz, preparas tus cosas para bajar, te pones nerviosa. Si pensabas que subir era horrible, bajar es lo peor, te resbalas y te caes, quieres que termine ya pero bajar tiene sus cosas bellas, disfrutas el paisaje que no viste ayer por la niebla, tomas fotos y vas sin presiones, tu compañera te ofrece su segundo stick después de tu segunda caída, otros guías empiezan a correr y te sientes presionada, te enojas y te descubres un poco intolerante, ya falta poco, empiezas a ver gente que inicia su ascenso y les echas porras, llegas al final y sonríes, sonríes mucho porque lo lograste, subiste un volcán, el tercero más alto de Centroamérica, subiste un volcán y te sientes la más loca del universo, sabes que lo eres y no pesa, solo así pudiste subir un volcán. 
Zona de los archivos adjuntos

Comentarios

Entradas populares de este blog

Apuntes para entrar a los 40, la muerte

Apuntes para entrar a los 40, Percy

Corazón de condominio