"La ridícula idea de no volverte a ver"...un ritual de Sanación

Estoy leyendo "la ridícula idea de no volver a verte" y ayer subrayé algo que me retumbó en medio del pecho y dice: "para vivir tenemos que narrarnos...como bien dice la doctora Heath, hay que escribir el final. El final de la vida de quien muere, pero además el final de nuestra vida en común. Contarnos lo que fuimos el uno para el otro, decirnos todas las palabras bellas necesarias, construir puentes sobres las fisuras, desbrozar el paisaje de maleza..." 
Tu, querido cometa, no moriste gracias al cielo, sólo desapareciste, y eso marcó el final pero yo no he logrado soltarte del todo. Una parte de mi cerebro, cuerpo y corazón sabe que terminó, que por un momento fuimos y estuvimos, pero otra parte quiere entender por qué NO. Claudio dice que deje de buscar una respuesta intelectualizada porq eso es lo que me hace sufrir, y siempre que le hablo de ti en medio de lagrimas me repite "quédate con lo concedido" y es a partir de ahí que te escribo lo que fuiste y mi versión de nuestro final. 
Querido M. Cometa:
Recuerdo perfectamente la tarde noche que entré a la regadera de Arturo y te vi sentado en la barra, intercambiamos miradas y de pronto decidiste acercarte con el pretexto de que conocías a la güera, platicamos, tomamos agua mineral, creo que puedo decir que es una de mis enseñanzas para ti jejej,  e intercambiamos teléfonos, guardé el tuyo sabiendo que no te iba a llamar y marqué el mío sabiendo que no llamarías después de esa noche. Para mi sorpresa llamaste dos meses después, de nuevo gracias a la güera, y nos encontramos para tomar un café y cenar, los dos llegamos tarde, y cambiamos el café por unas cervezas en el lugar menos imaginado y más clásico de cuernavaca, cenamos hamburguesas y cerramos en el Barecito, la despedida fue linda, me acompañaste a la puerta de mi casa y al principio fue incómodo porque no estaba acostumbrada a eso, pero con el tiempo me fue gustando. El siguiente domingo fuimos a caminar y comimos en el japonés, una sopa, porque estabas enfermo, comimos postre, dos alimentos que adoro. Se vino mi cumpleaños y fiesteamos padrísimo, compartí contigo uno de mis cumpleaños mas bonitos, y los deseos empezaron a concederse. No voy a describir cada uno, sólo te diré que las pelis y las pláticas que teníamos después de verlas las disfruté mucho, compartir las madrugadas del fin de semana, el despertar y el café de la mañana si que me gustaron, tus apariciones y desapariciones le dieron emoción y angustia a los días, pero a partir de ellos estoy aprendiendo a girar en torno a mi,  nuestros silencios me ponían muy nerviosa pero comprendí que no todos los silencios son incómodos porque en medio de ellos hay miradas que dicen más. Las noches de fiesta y baile me agotaban pero al mismo tiempo me llenaban de alegría porque justo ahí me descubrí auténtica,  me encantó que compartiéramos el gusto por el bosque y me da tristeza que nunca lo caminaramos juntos, yo sigo y seguiré caminando los bosques y los cerros porque es algo que me alegra el corazón, tu casa me encantó, porque en ella me descubrí, he de confesar que me encantaba que me dijeras Doctora, no sé por qué me llamabas así y al principio me quejaba pero en realidad me gustaba mucho oírte decirme Doctora, y ahora me es inevitable pensarte cada que veo la lista de asistencia de mis alumnos y dice Dra. Percy Betanzos. Todos los lugares que visitamos me llenan de nostalgia, pero de nostalgia bonita pues recuerdo cada momento con gusto porque si de algo tengo certeza es que los disfruté, que estuvo bien padre y bien lloroso, no lo voy a negar. Me quiero quedar con eso, con lo bueno y lo bonito, ya no quiero que me duelas cuando te sueño o cuando te pienso, quiero que te vayas desdibujando de mi mente, quiero soltarte y por eso te escribo, para decirte todo lo que significas-te, para construir mi puente al olvido y desbrozar la maleza de mi interior, porque quiero y necesito seguir adelante. 
Te quiero Cometa! 

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